Sunday, February 24, 2008

Chile/Hace un mes

Recuerdo haber estado allí cuando era chico y en un par de ocasiones mas de las cuales no pretendo recordar gran cosa, pero cuando realmente desembarqué allí fue a fines del año 2000 cuando tuve que abandonar la casa de mi abuela materna en la que vivía desde hacia doce años y en donde había asistido a varias muertes familiares.
El departamento de la calle Chile no tenia en ese entonces ni luz ni gas, así que había improvisado un calefón eléctrico que me obligaba a bañarme las mas de las veces con agua fría. Me acuerdo de haber tenido mucho frío y de haber deambulado por los noventa y dos metros cuadrados como uno de esos fantasmas japoneses de película.
No dure mucho en esa oportunidad, al poco tiempo estaba viviendo con la que iba a ser la madre de Qponm pero, de alguna manera, nunca me deshice de él ni lo abandoné. Por un lado era mi seguro de desempleo como marido y por otro guardaba tanto tesoros muy preciados, mi primer cámara de video, como así también algunas cosas a las cuales nunca me había animado a enfrentarme, tres bolsas negras rotuladas pasado 1, 2 y 3 que contenían escritos, pinturas y dibujos de mi adolescencia en Morón.
Iba a las reuniones de consorcio y cada tres meses a cambiar los cebos contra cucarachas y levantar las cuentas que abrochaba ordenadamente a los pagos que hacia por internet y que guardaba en un bibliorato gris.
Allí fueron a parar distintos pedazos de mi vida en forma de objetos que no sabia donde tener. Por ejemplo quince años de zapatos. Nunca los tiro, allí estaban guardados en un placard. Unos Don Martin's de los 90, tres pares de Hush Puppies iguales e incluso un par industriales con puntera de acero que habían hecho las delicias de los vecinos de caballito que cuando me vieron llegar del oeste me llamaron "diente de madera".
Allí me refugiaba de tanto en tanto con alguna excusa operativa por un par de horas y volvía a deambular entre mis cosas viejas que revolvía y me llevaba lo que me interesaba recuperar.
Allí un día sonó el teléfono y cuando lo atendí la voz del otro lado era de una ex-amiga del secundario que jamas volví a ver desde esa época y que me contó como había muerto uno de mis mejores amigos hacia ya seis años de un accidente cerebro-vascular.

El continuo deambular en el auto que hacíamos con Qponm durante el conflicto legal del divorcio nos llevó ahí algunas veces y cuando tome conciencia de que necesitaba un lugar para que viviéramos juntos el departamento de Chile cobro vida. Le hice cambiar todos los caños de agua, gas y los desagües, reciclé con una cuñada el baño y la cocina y lo hice pintar de punta en blanco. Durante algunos mese vivieron allí distintos grupos de albañiles y pintores que se vistieron con mi ropa, acomodaron mis cosas según su antojo y usaron mis bolsas para poner desperdicios orgánicos conjuntamente con escombros.

Finalmente decidí que no iba a vivir allí y el departamento se vendió. Antes de la escritura, la tarada de la inmobiliaria me llamaba a la playa preguntandome cuando iba a vaciar ese departamento a lo cual yo contestaba: si lo vacío cinco minutos antes de la firma es igual. Y le cortaba amablemente.

Nunca me hubiese animado a vaciarlo de no haber sido de la manera en que sucedió. Un día antes de la escritura yo me había resignado a no hacerlo, había roto el auto en la costa y me movía por Buenos Aires con un corsa 0 km que había alquilado por allí. Mi abogado estaba de vacaciones y en la escribanía me cambiaban todo el tiempo el interlocutor. Pero a las 4 de la tarde apareció Raúl que chupando de costado en su mate de cuerno me pregunto cuanto pagaba. Regateamos un rato sin mucho convencimiento y unas horas después me llamaba por TE avisandome que estaba allí con un volquete y unas seis personas dispuesto a llevarse todo si no recibía instrucciones claras o no me hacia presente. Le di algunas indicaciones vagas sobre l o que no debía tocar hurgando a tientas en mi memoria mientras iba para allá con Nyla.
Cuando doble por la cuadra divisé, bajo la luz mortecina de Congreso, el camión con el volquete casi lleno con mis cosas rodeado de unos cinco o seis carritos de cartoneros que iban llevándose lo que les interesaba.
Baje del auto y alcance a ver una fotocopia de una foto de mi hermano que había retocado el los 80 tirada al borde del cordón antes de abalanzarme inconscientemente sobre la caja de Nyla me marcaba. La separé del resto de las cosas y nos lanzamos escaleras arriba cruzandonos con tipos que bajaban cosas de a puñados, las tiraban en el volquete y de paso le miraban el culo a Nyla que estaba con un vestido corto no apropiado para la ocasión. Adentro me encontré a Raúl que había separado las cosas que le había dicho y me preguntaba por el interior de uno de los placares. Vacié una de las cajas en otra y manoteé de lo que había quedado lo que veía que me resultaba querible mientras vigilaba con el otro ojo a los tipos que cargaban y gritaba cosas como: eso no!, desorientando al sujeto en cuestión que quedaba paralizado sin saber si ESO era solo lo que le estaba sacando de las manos o si me refería a todo lo que estaba cargando. No había sentido en mi elección, eran golpes de vista y la voz de Nyla que me decía: eso no lo tires, amor.
Cargamos el baúl del corsa y aun me faltaba una colección de libros que había olvidado mencionarle a Raúl y a la que luego de zambullirme en el volquete sin encontrarla, localicé en el carro de un cartonero que se disculpó por tenerla mientras yo lo hacia por llevarmela.

Me quede un rato parado viendo como el volquete se elevaba y se golpeaba hasta finalmente apoyarse sobre el camión. Mis cosas estaban regadas por la calle, en los carros de los cartoneros que se marchaban y en el volquete que estaba a punto de partir hacia quien sabe que basurero. Me sentí terriblemente aliviado. Lloré todo el viaje de vuelta. Nunca Callao me había parecido tan liviana, Nyla seguía a mi lado.


Tres días después, cuando salía a buscar a Qponm bajé a la vereda diez cajas de discos de pasta de mi abuelo que fueron interceptadas por el vecino del primer piso, se las regalé mientras veía como le brillaban los ojos.
Las vi algunas veces mas por la reja del ascensor cada vez que pasaba por su piso, apiladas en el pasillo.

4 comments:

gataflorita said...

No había visto este post suyo...lo escribió después, no?.
Muy conmovedor. Yo tampoco me puedo deshacer del todo de mi pasado critalizado en objetos, cartas, papelitos y otras yerbas, hasta no toparme con situaciones extremas como en su caso. Parece que uno necesitara como "el fuego purificador" para deshacerse del pasado. Uno cree que guarda cosas por cariño, nostalgia, etc. y después pesan tanto, tanto...! Ahora: no le pasó haber tirado cosas en un rapto de limpieza mental y luego arrepentirse? A mí sí.
Actualice más seguido.

Nanook said...

Escribí una respuesta larguisma! Blogspot me dio error al subirla. Rescato que Un tsumani, un fuego purificador o un acto de locura no son malas opciones.Las cosas pesan. No se puede vivir en todos las épocas al mismo tiempo. Aunque Michael Fox sostenga lo contrario. No hay cambio posible, Ni crecimiento. el resto de la respuesta perdida tal vez se convierta en un nuevo post que ud identificará sin problemas. Gracias. Un beso.

gataflorita said...

... sí, debe ser por eso que no creo haber crecido mucho en los últimos 20 años...a veces creo que sí se puede vivir en muchas épocas al mismo tiempo y no... la realidad muestra que no...El problema es cuando aún tirando las cosas, éstas- y su significado- permanecen en una como una marca de agua.
Su post me movilizó mucho. Y su respuesta también. Y claro que identificaré el nuevo que se relacione con éste y seguramente se lo volveré a agradecer.

gataflorita said...

Ay! Volvió a actualizar post datado!
Por lo visto, parece que los negocios inmobiliarios no son lo suyo...y parece también que su familia (o parte de ella) es de una turrez insólita!. Bueh, la familia no se elige...