La idea que me torturaba era que el aún pequeño Qponm viviera mi salida de la casa como un destierro. Necesitaba una vivienda a cualquier costo y Chile era una salida. El famoso plan B. Si me daban a elegir la respuesta era: NO. Por la lejanía, por la zona, por el espacio y fundamentalmente por la historia de ese departamento. Era insoportable volver a Chile. Pero no podía estar sin respaldo y, si todo salía mal, estaba la posibilidad de que apretando los dientes yo tuviera que construir sobre esas ruinas un lugar nuevo para ambos. Así que empecé y, de alguna manera, logré terminar un reciclado digno, trabajando en la otra punta de la cuidad. Corriendo de Congreso a VIlla Urquiza a Villa Crespo en el mas absoluto silencio. O casi.
En el medio logré que la madre de Qponm me reconociera al menos la mitad de lo que había puesto en la casa. Chile estaba de mas. Había que venderlo y el acuerdo era claro, Yo les garantizaba el precio que nadie quería pagar. Solo que a la vista del dinero apareció mi tía, una de las herederas legales, que, con el boleto firmado, desconoció todo lo acordado, alimentada por la conchuda de su hija que se dio el lujo de montar un numerito lamentable. Fue casi la ultima muestra de una mezquindad a la que me había acostumbrado. Conclusión: tuve que cerrar con perdidas para no desbarrancar del todo. Así estamos ahora, Espero no sea grave, en ese caso Qponm sabrá algún día que todo corrió peligro.
Monday, February 25, 2008
Sunday, February 24, 2008
Chile/Hace un mes
Recuerdo haber estado allí cuando era chico y en un par de ocasiones mas de las cuales no pretendo recordar gran cosa, pero cuando realmente desembarqué allí fue a fines del año 2000 cuando tuve que abandonar la casa de mi abuela materna en la que vivía desde hacia doce años y en donde había asistido a varias muertes familiares.
El departamento de la calle Chile no tenia en ese entonces ni luz ni gas, así que había improvisado un calefón eléctrico que me obligaba a bañarme las mas de las veces con agua fría. Me acuerdo de haber tenido mucho frío y de haber deambulado por los noventa y dos metros cuadrados como uno de esos fantasmas japoneses de película.
No dure mucho en esa oportunidad, al poco tiempo estaba viviendo con la que iba a ser la madre de Qponm pero, de alguna manera, nunca me deshice de él ni lo abandoné. Por un lado era mi seguro de desempleo como marido y por otro guardaba tanto tesoros muy preciados, mi primer cámara de video, como así también algunas cosas a las cuales nunca me había animado a enfrentarme, tres bolsas negras rotuladas pasado 1, 2 y 3 que contenían escritos, pinturas y dibujos de mi adolescencia en Morón.
Iba a las reuniones de consorcio y cada tres meses a cambiar los cebos contra cucarachas y levantar las cuentas que abrochaba ordenadamente a los pagos que hacia por internet y que guardaba en un bibliorato gris.
Allí fueron a parar distintos pedazos de mi vida en forma de objetos que no sabia donde tener. Por ejemplo quince años de zapatos. Nunca los tiro, allí estaban guardados en un placard. Unos Don Martin's de los 90, tres pares de Hush Puppies iguales e incluso un par industriales con puntera de acero que habían hecho las delicias de los vecinos de caballito que cuando me vieron llegar del oeste me llamaron "diente de madera".
Allí me refugiaba de tanto en tanto con alguna excusa operativa por un par de horas y volvía a deambular entre mis cosas viejas que revolvía y me llevaba lo que me interesaba recuperar.
Allí un día sonó el teléfono y cuando lo atendí la voz del otro lado era de una ex-amiga del secundario que jamas volví a ver desde esa época y que me contó como había muerto uno de mis mejores amigos hacia ya seis años de un accidente cerebro-vascular.
El continuo deambular en el auto que hacíamos con Qponm durante el conflicto legal del divorcio nos llevó ahí algunas veces y cuando tome conciencia de que necesitaba un lugar para que viviéramos juntos el departamento de Chile cobro vida. Le hice cambiar todos los caños de agua, gas y los desagües, reciclé con una cuñada el baño y la cocina y lo hice pintar de punta en blanco. Durante algunos mese vivieron allí distintos grupos de albañiles y pintores que se vistieron con mi ropa, acomodaron mis cosas según su antojo y usaron mis bolsas para poner desperdicios orgánicos conjuntamente con escombros.
Finalmente decidí que no iba a vivir allí y el departamento se vendió. Antes de la escritura, la tarada de la inmobiliaria me llamaba a la playa preguntandome cuando iba a vaciar ese departamento a lo cual yo contestaba: si lo vacío cinco minutos antes de la firma es igual. Y le cortaba amablemente.
Nunca me hubiese animado a vaciarlo de no haber sido de la manera en que sucedió. Un día antes de la escritura yo me había resignado a no hacerlo, había roto el auto en la costa y me movía por Buenos Aires con un corsa 0 km que había alquilado por allí. Mi abogado estaba de vacaciones y en la escribanía me cambiaban todo el tiempo el interlocutor. Pero a las 4 de la tarde apareció Raúl que chupando de costado en su mate de cuerno me pregunto cuanto pagaba. Regateamos un rato sin mucho convencimiento y unas horas después me llamaba por TE avisandome que estaba allí con un volquete y unas seis personas dispuesto a llevarse todo si no recibía instrucciones claras o no me hacia presente. Le di algunas indicaciones vagas sobre l o que no debía tocar hurgando a tientas en mi memoria mientras iba para allá con Nyla.
Cuando doble por la cuadra divisé, bajo la luz mortecina de Congreso, el camión con el volquete casi lleno con mis cosas rodeado de unos cinco o seis carritos de cartoneros que iban llevándose lo que les interesaba.
Baje del auto y alcance a ver una fotocopia de una foto de mi hermano que había retocado el los 80 tirada al borde del cordón antes de abalanzarme inconscientemente sobre la caja de Nyla me marcaba. La separé del resto de las cosas y nos lanzamos escaleras arriba cruzandonos con tipos que bajaban cosas de a puñados, las tiraban en el volquete y de paso le miraban el culo a Nyla que estaba con un vestido corto no apropiado para la ocasión. Adentro me encontré a Raúl que había separado las cosas que le había dicho y me preguntaba por el interior de uno de los placares. Vacié una de las cajas en otra y manoteé de lo que había quedado lo que veía que me resultaba querible mientras vigilaba con el otro ojo a los tipos que cargaban y gritaba cosas como: eso no!, desorientando al sujeto en cuestión que quedaba paralizado sin saber si ESO era solo lo que le estaba sacando de las manos o si me refería a todo lo que estaba cargando. No había sentido en mi elección, eran golpes de vista y la voz de Nyla que me decía: eso no lo tires, amor.
Cargamos el baúl del corsa y aun me faltaba una colección de libros que había olvidado mencionarle a Raúl y a la que luego de zambullirme en el volquete sin encontrarla, localicé en el carro de un cartonero que se disculpó por tenerla mientras yo lo hacia por llevarmela.
Me quede un rato parado viendo como el volquete se elevaba y se golpeaba hasta finalmente apoyarse sobre el camión. Mis cosas estaban regadas por la calle, en los carros de los cartoneros que se marchaban y en el volquete que estaba a punto de partir hacia quien sabe que basurero. Me sentí terriblemente aliviado. Lloré todo el viaje de vuelta. Nunca Callao me había parecido tan liviana, Nyla seguía a mi lado.
Tres días después, cuando salía a buscar a Qponm bajé a la vereda diez cajas de discos de pasta de mi abuelo que fueron interceptadas por el vecino del primer piso, se las regalé mientras veía como le brillaban los ojos.
Las vi algunas veces mas por la reja del ascensor cada vez que pasaba por su piso, apiladas en el pasillo.
El departamento de la calle Chile no tenia en ese entonces ni luz ni gas, así que había improvisado un calefón eléctrico que me obligaba a bañarme las mas de las veces con agua fría. Me acuerdo de haber tenido mucho frío y de haber deambulado por los noventa y dos metros cuadrados como uno de esos fantasmas japoneses de película.
No dure mucho en esa oportunidad, al poco tiempo estaba viviendo con la que iba a ser la madre de Qponm pero, de alguna manera, nunca me deshice de él ni lo abandoné. Por un lado era mi seguro de desempleo como marido y por otro guardaba tanto tesoros muy preciados, mi primer cámara de video, como así también algunas cosas a las cuales nunca me había animado a enfrentarme, tres bolsas negras rotuladas pasado 1, 2 y 3 que contenían escritos, pinturas y dibujos de mi adolescencia en Morón.
Iba a las reuniones de consorcio y cada tres meses a cambiar los cebos contra cucarachas y levantar las cuentas que abrochaba ordenadamente a los pagos que hacia por internet y que guardaba en un bibliorato gris.
Allí fueron a parar distintos pedazos de mi vida en forma de objetos que no sabia donde tener. Por ejemplo quince años de zapatos. Nunca los tiro, allí estaban guardados en un placard. Unos Don Martin's de los 90, tres pares de Hush Puppies iguales e incluso un par industriales con puntera de acero que habían hecho las delicias de los vecinos de caballito que cuando me vieron llegar del oeste me llamaron "diente de madera".
Allí me refugiaba de tanto en tanto con alguna excusa operativa por un par de horas y volvía a deambular entre mis cosas viejas que revolvía y me llevaba lo que me interesaba recuperar.
Allí un día sonó el teléfono y cuando lo atendí la voz del otro lado era de una ex-amiga del secundario que jamas volví a ver desde esa época y que me contó como había muerto uno de mis mejores amigos hacia ya seis años de un accidente cerebro-vascular.
El continuo deambular en el auto que hacíamos con Qponm durante el conflicto legal del divorcio nos llevó ahí algunas veces y cuando tome conciencia de que necesitaba un lugar para que viviéramos juntos el departamento de Chile cobro vida. Le hice cambiar todos los caños de agua, gas y los desagües, reciclé con una cuñada el baño y la cocina y lo hice pintar de punta en blanco. Durante algunos mese vivieron allí distintos grupos de albañiles y pintores que se vistieron con mi ropa, acomodaron mis cosas según su antojo y usaron mis bolsas para poner desperdicios orgánicos conjuntamente con escombros.
Finalmente decidí que no iba a vivir allí y el departamento se vendió. Antes de la escritura, la tarada de la inmobiliaria me llamaba a la playa preguntandome cuando iba a vaciar ese departamento a lo cual yo contestaba: si lo vacío cinco minutos antes de la firma es igual. Y le cortaba amablemente.
Nunca me hubiese animado a vaciarlo de no haber sido de la manera en que sucedió. Un día antes de la escritura yo me había resignado a no hacerlo, había roto el auto en la costa y me movía por Buenos Aires con un corsa 0 km que había alquilado por allí. Mi abogado estaba de vacaciones y en la escribanía me cambiaban todo el tiempo el interlocutor. Pero a las 4 de la tarde apareció Raúl que chupando de costado en su mate de cuerno me pregunto cuanto pagaba. Regateamos un rato sin mucho convencimiento y unas horas después me llamaba por TE avisandome que estaba allí con un volquete y unas seis personas dispuesto a llevarse todo si no recibía instrucciones claras o no me hacia presente. Le di algunas indicaciones vagas sobre l o que no debía tocar hurgando a tientas en mi memoria mientras iba para allá con Nyla.
Cuando doble por la cuadra divisé, bajo la luz mortecina de Congreso, el camión con el volquete casi lleno con mis cosas rodeado de unos cinco o seis carritos de cartoneros que iban llevándose lo que les interesaba.
Baje del auto y alcance a ver una fotocopia de una foto de mi hermano que había retocado el los 80 tirada al borde del cordón antes de abalanzarme inconscientemente sobre la caja de Nyla me marcaba. La separé del resto de las cosas y nos lanzamos escaleras arriba cruzandonos con tipos que bajaban cosas de a puñados, las tiraban en el volquete y de paso le miraban el culo a Nyla que estaba con un vestido corto no apropiado para la ocasión. Adentro me encontré a Raúl que había separado las cosas que le había dicho y me preguntaba por el interior de uno de los placares. Vacié una de las cajas en otra y manoteé de lo que había quedado lo que veía que me resultaba querible mientras vigilaba con el otro ojo a los tipos que cargaban y gritaba cosas como: eso no!, desorientando al sujeto en cuestión que quedaba paralizado sin saber si ESO era solo lo que le estaba sacando de las manos o si me refería a todo lo que estaba cargando. No había sentido en mi elección, eran golpes de vista y la voz de Nyla que me decía: eso no lo tires, amor.
Cargamos el baúl del corsa y aun me faltaba una colección de libros que había olvidado mencionarle a Raúl y a la que luego de zambullirme en el volquete sin encontrarla, localicé en el carro de un cartonero que se disculpó por tenerla mientras yo lo hacia por llevarmela.
Me quede un rato parado viendo como el volquete se elevaba y se golpeaba hasta finalmente apoyarse sobre el camión. Mis cosas estaban regadas por la calle, en los carros de los cartoneros que se marchaban y en el volquete que estaba a punto de partir hacia quien sabe que basurero. Me sentí terriblemente aliviado. Lloré todo el viaje de vuelta. Nunca Callao me había parecido tan liviana, Nyla seguía a mi lado.
Tres días después, cuando salía a buscar a Qponm bajé a la vereda diez cajas de discos de pasta de mi abuelo que fueron interceptadas por el vecino del primer piso, se las regalé mientras veía como le brillaban los ojos.
Las vi algunas veces mas por la reja del ascensor cada vez que pasaba por su piso, apiladas en el pasillo.
Tuesday, February 19, 2008
Donde/Dos meses después
Es decididamente extraño, porque no es que en estos casi dos meses no haya pasado nada. Todo lo contrario. El puente hacia quien sabe donde que empecé a construir a mitad de Como Gustes me llevó a un lugar que es una extraña mezcla de lo que soñé con lo que pude hacer.
En el medio Qponm pasó sus primeras vacaciones con sus padres separados. Quince días y quince días. Y tengo para mi, por cosas que le vi hacer y le oí decir, que le pareció mucho tiempo. En ambos casos. Tal vez mas por lo alejado que estuvo de sus cosas cotidianas, a las que es muy apegado, que por otra cosa.
Yo, por mi lado, pasé los primeros quince días sin Qponm. Y aún no termino de desenmarañar la red de contención que me tuve que armar.
Pero antes que eso estuve parado sobre mi pasado al que dejé arrasar por una ola gigante con la convicción de que solo el destino podía librarme de todos esos objetos y con la negligencia de ignorar que todo lo que estaba proyectado sobre ellos no iba a desaparecer en ese instante sino que iba a quedar libre, sobrevolándome al menos por un tiempo.
Ok, tal vez para eso sirva este post, para saber por donde empezar.
En el medio Qponm pasó sus primeras vacaciones con sus padres separados. Quince días y quince días. Y tengo para mi, por cosas que le vi hacer y le oí decir, que le pareció mucho tiempo. En ambos casos. Tal vez mas por lo alejado que estuvo de sus cosas cotidianas, a las que es muy apegado, que por otra cosa.
Yo, por mi lado, pasé los primeros quince días sin Qponm. Y aún no termino de desenmarañar la red de contención que me tuve que armar.
Pero antes que eso estuve parado sobre mi pasado al que dejé arrasar por una ola gigante con la convicción de que solo el destino podía librarme de todos esos objetos y con la negligencia de ignorar que todo lo que estaba proyectado sobre ellos no iba a desaparecer en ese instante sino que iba a quedar libre, sobrevolándome al menos por un tiempo.
Ok, tal vez para eso sirva este post, para saber por donde empezar.
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