Un mundo civilizado

Mas allá de nuestros días perfectos plagados de conversaciones interminables, por ejemplo sobre si la jirafa chiquita del Zoo entra por una de las puertas chiquitas y la grande por una de las puertas grandes o si la grande se agacha para entrar por la otra puerta chiquita. Mas allá de la discusión eterna acerca de si Batman vuela o solo cae con estilo, o de las quejas porque el sillón que compré es rojo (ladrillo) y no naranja (lacre) como a él le gustaba. Mas allá de los abrazos fuertes que nos damos cada vez que nos volvemos a encontrar después de no vernos durante un día. Mas allá de su sensibilidad a flor de piel y de mi tranquilidad fingida, existe un mundo que nos excede y nos muestra que lo que tenemos es casi un pez de agua caliente en un país de hielos eternos. Y aunque a veces piense que para él todo es muy cotidiano, hay momentos en los que la realidad se encarga de demostrarme que no. Que él valora igual que yo todo esto que hemos armado juntos cuando, ante una estupidez violenta, publica y sin sentido por parte de su madre, Qponm se aferra a mi pierna y me dice que quiere venirse conmigo. En ese momento, en que se que efectivamente no está sobre actuando un deseo que es igual que el mío pero que puede esperar de un día a otro, es en el que maldigo vivir en un mundo civilizado. Cuando luego de explicarle a su madre que no voy a discutir ninguna cosa delante de 10 adultos y 15 niños en un salón de 4 x 3 y de agacharme para contener a mi hijo que tiene clarísimo donde se siente a gusto, levanto la mirada y, con la cara menos desencajada que me sale, le digo a A.:
- Disculpame... tendrías un...
- Cuchillo? - Pregunta A.
Respondo:
- No, no, eh... si, si.-
Sabiendo positivamente que A. no me lo va a dar.